domingo, 12 de octubre de 2014

Compromiso apátrida

Despertamos todas las mañanas con la monotonía de la desgracia tocándonos la puerta. Nos hemos convertido en el país del absurdo y, como si fuera poco, pareciera que las siete plagas de Egipto emigraron a Venezuela. La pequeña Venecia es un país de papel con habitantes de cartón. Los días pasan y seguimos caminando en el vacío, en el limbo; la única seguridad que tenemos los venezolanos es que quizás nunca más regresemos a casa: la certidumbre del mañana nos la arrebataron de las manos. A veces me canso de gritarle a la nada, de intentar salvar lo que ya no existe, porque aunque intenten engañarnos con falacias, el país desapareció hace mucho tiempo.

Leer Vuelta a la patria de Bonalde no me causa ninguna emoción, ni siquiera un leve pestañeo. Nuestro compromiso apátrida cada vez adquiere más fuerza. Ser venezolano no es disfrutar una cerveza un viernes por la noche, ir al estadio a ver un Caracas-Magallanes, comerse una Reina Pepeada a las tres de la madrugada, preparar sancocho los domingos, apreciar nuestras hermosas costas, tener un humor característico, ver la novela de las nueve... Ser venezolano se ha degenerado en una lucha constante contra la adversidad: hacer colas kilométricas para poder obtener los productos básicos, implorarle a Dios que te conceda un milagro y te salve porque los hospitales no tienen insumos, tener a la mano las monedas de un bolívar y los billetes azules que ya no tienen ningún valor para dárselos al primero que se monte en un vagón pidiendo limosna, asustarse todas las veces que pasa una moto por al lado, no poder llegar a casa después de las seis de la tarde, sacar sueldo y quincena de donde ya no se tiene, vivir en la capital del miedo, aguantar una Cadena Nacional cuando el circo quiere lucirse, sentirse atrapado en una cárcel sin haber cometido un delito, permanecer en un estado constante de desinformación, y pare de contar... Hemos venido al mundo a ser felices, no a sobrevivir eternamente en un retén llamado Socialismo del siglo XXI.

Venezuela, puedo llevar  tu luz y tu aroma en mi piel y el cuatro en mi corazón, pero si esto es ser patriota, ya no quiero serlo. Los venezolanos lo que necesitamos es tener más país y menos patria. 

(Fotografía por Carlos Becerra. Fuente: Prodavinci.)