El reloj marca las
nueve menos diez. ¿Por dónde andas esta
noche, Maga? El ritmo de tu cuerpo desnudo hace ruido en la habitación. La noche
está boca arriba y mi alma perdida nada en una pecera. Entonces comienzo a
buscar tu silueta con mis manos, a delirar de deseo, a atarte a mi cama y
hundirte con la mirada. La ceremonia recurrente se presenta al conjurar tu
nombre adornado de palabras mudas. El poema necio de tus ojos me recita la
melodía de la nostalgia. La vida nos graba un epitafio en el amor danzando
sobre los huesos del ayer. Nuestros verbos se conjugan en tiempos remotos. No
quiero quitarme los zapatos y sentir que el miedo me mordisquea los pies. La
nada que nos mueve nos interroga una y otra vez. ¿Tendré que inventarte todos los días al despertar? Silencio, no
respondas. Quizás mañana te encuentre mirándote en el espejo con indiferencia
hacia los recuerdos que no descansan.