El reloj marca las
nueve menos diez. ¿Por dónde andas esta
noche, Maga? El ritmo de tu cuerpo desnudo hace ruido en la habitación. La noche
está boca arriba y mi alma perdida nada en una pecera. Entonces comienzo a
buscar tu silueta con mis manos, a delirar de deseo, a atarte a mi cama y
hundirte con la mirada. La ceremonia recurrente se presenta al conjurar tu
nombre adornado de palabras mudas. El poema necio de tus ojos me recita la
melodía de la nostalgia. La vida nos graba un epitafio en el amor danzando
sobre los huesos del ayer. Nuestros verbos se conjugan en tiempos remotos. No
quiero quitarme los zapatos y sentir que el miedo me mordisquea los pies. La
nada que nos mueve nos interroga una y otra vez. ¿Tendré que inventarte todos los días al despertar? Silencio, no
respondas. Quizás mañana te encuentre mirándote en el espejo con indiferencia
hacia los recuerdos que no descansan.
domingo, 30 de noviembre de 2014
domingo, 12 de octubre de 2014
Compromiso apátrida
Despertamos todas las
mañanas con la monotonía de la desgracia tocándonos la puerta. Nos hemos
convertido en el país del absurdo y, como si fuera poco, pareciera que las
siete plagas de Egipto emigraron a Venezuela. La pequeña Venecia es un país de
papel con habitantes de cartón. Los días pasan y seguimos caminando en el
vacío, en el limbo; la única seguridad que tenemos los venezolanos es que quizás
nunca más regresemos a casa: la certidumbre del mañana nos la arrebataron de
las manos. A veces me canso de gritarle a la nada, de intentar salvar lo que ya
no existe, porque aunque intenten engañarnos con falacias, el país desapareció
hace mucho tiempo.
Leer Vuelta a la patria
de Bonalde no me causa ninguna emoción, ni siquiera un leve pestañeo. Nuestro
compromiso apátrida cada vez adquiere más fuerza. Ser venezolano no es disfrutar
una cerveza un viernes por la noche, ir al estadio a ver un Caracas-Magallanes,
comerse una Reina Pepeada a las tres de la madrugada, preparar sancocho los
domingos, apreciar nuestras hermosas costas, tener un humor característico, ver
la novela de las nueve... Ser venezolano se ha degenerado en una lucha
constante contra la adversidad: hacer colas kilométricas para poder obtener los
productos básicos, implorarle a Dios que te conceda un milagro y te salve
porque los hospitales no tienen insumos, tener a la mano las monedas de un bolívar y
los billetes azules que ya no tienen ningún valor para dárselos al primero que
se monte en un vagón pidiendo limosna, asustarse todas las veces que pasa una
moto por al lado, no poder llegar a casa después de las seis de la tarde,
sacar sueldo y quincena de donde ya no se tiene, vivir en la capital del miedo, aguantar
una Cadena Nacional cuando el circo quiere lucirse, sentirse atrapado en una cárcel
sin haber cometido un delito, permanecer en un estado constante de
desinformación, y pare de contar... Hemos venido al mundo a ser felices, no a
sobrevivir eternamente en un retén llamado Socialismo del siglo XXI.
(Fotografía por Carlos Becerra. Fuente: Prodavinci.)
jueves, 8 de mayo de 2014
La distopía de América Latina
“Las rodillas me
tiemblan, pero no puedo parar. Quiero que mis hijos tengan lo que a mí me
quisieron quitar”, La Vida Bohème.
***
Para el año de 1958,
Venezuela se encontraba sumergida en una situación delicada por la caída de la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez. El régimen político se firma el 31 de
octubre de ese mismo año: el Pacto de Punto Fijo; un gobierno de coalición
sería el encargado de llevar adelante la difícil tarea de restaurar la democracia.
Por decisión de Rómulo Betancourt, se excluye al Partido Comunista de Venezuela de la firma de dicho pacto,
argumentando que tenía injerencia extranjera –URSS- y que a larga su objetivo
era instaurar una dictadura del proletariado. Esta exclusión trajo, más
adelante, como consecuencia el comienzo de las guerrillas armadas de la
izquierda, intentando desestabilizar la naciente democracia.
En las elecciones de diciembre
resulta ganador Rómulo Betancourt, candidato de Acción Democrática. Durante su
gobierno, el de Leoni y el primero de Caldera se evidencian años de progreso,
el régimen llega a su auge: se avanza en la realización de los objetivos
económicos, sociales, educativos e institucionales. Los problemas se asoman en
el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, pero el punto de quiebre se
manifiesta, principalmente, en el gobierno de Luis Herrera Campins y luego en
el de Jaime Lusinchi. En la segunda regencia de Pérez y de Caldera, se le
quiere dar un nuevo rumbo al país, pero fracasan en el intento.
Una utopía toca la
puerta cuando Hugo Chávez, luego de su estadía en la cárcel debido al golpe
fallido del 4 de febrero de 1992, recorre el país y logra consolidarse como un
líder carismático. Con una promesa electoral central de convocar a una Asamblea
Nacional Constituyente, Chávez gana las elecciones de 1998 con el 56,2% de los
votos y una abstención de 36,2%. Cada quien vio en este líder lo que quiso ver.
¿Por
qué utopía? Un proceso político que se autodenomine
“revolución” y sea fundamentado en el socialismo solamente puede ser una utopía.
Sobre todo cuando se tiene la fuerte pesadilla de ser el nuevo libertador de
América Latina, y despojarnos del “yugo del imperio norteamericano”; el mundo
ideal que nos presenta el sector oficialista cada vez se acerca más a un
delirio de mal gusto. Vivir en la pobreza y dominados por un poderío que aún no
ha terminado de definir qué es y qué plantea el Socialismo del siglo XXI no es
el país que nadie se merece.
Venezuela ha pasado de
ser una mala quimera a convertirse en una distopía. Somos la distopía de
América Latina: somos una sociedad indeseable en sí misma. Hubo unos años de
progreso y positivismo en los que parecía que se podía llegar a formar parte de
aquellos países del primer mundo, hoy en día estamos más cerca del cuarto que
del primero. Lo peor del asunto es que estamos arrastrando al resto de los
países latinoamericanos a hundirse en el mismo naufragio: les regalamos nuestro
petróleo a cambio de que sigan políticas izquierdistas. Con la tutoría de Fidel
Castro y el gobierno cubano no podemos esperar que seamos el sueño de la nueva
América, que seamos el despertar y “liberemos a los pueblos”; en su lugar, cada
vez sometemos al resto de nuestros hermanos vecinos a que reine la miseria y no
la prosperidad.
El vaivén de anarquía
nos gobierna: escasez de alimentos y medicinas, falta de agua y de luz,
inseguridad, incremento de la pobreza, represión brutal, encarcelamientos
arbitrarios, diálogo infructífero, ataques a las casas de estudio, derrame de
sangre, odio, violencia, miedo, desesperanza...Los estudiantes y la sociedad
civil seguirán en la lucha, porque lo mejor es que las distopías solo se hagan reales dentro de la literatura y la
cinematografía, y no en un país con tantos recursos y futuro por delante, pero
lamentablemente gobernado por corruptos disfrazados de socialistas.
sábado, 19 de abril de 2014
Retrato de un suicidio
Mientras pensaba quién era un
domingo por la mañana, una línea de cocaína reventó su cerebro como una fría
bala que atraviesa la sien; era la tercera vez en una hora. Su ritmo cardíaco
aceleraba y sus músculos se contraían. La dopamina estaba a punto de colapsar.
La euforia invadió lo más profundo de sus entrañas. Estaba cayendo en un
espiral descendente hacia un punto sin retorno. Empezaba a sudar y su piel se
volvía cada vez más pálida, el vértigo era una sensación permanente que
aumentaba. Las ojeras marcaban su rostro y su pupila dilatada rebotaba desesperadamente
sobre cada espacio de la habitación. Finalmente, logró fijar su vista en un
objeto, lo agarró y de un golpe brusco lo tiró contra un espejo en el que se
reflejaba solamente su cadavérica tez. Al caer los trozos de vidrios el
estruendo del sonido la hizo echarse al piso a llorar. Ni el más intenso y
largo high podía lograr que se
olvidara de la cárcel en la que se sentía, incrementaba el sentimiento
errático.
Aída estaba inmersa en sus
demonios. La enloquecía que él llegara con el perfume de otra mujer, con otro
aroma en sus manos… La mataba siquiera el hecho de pensar que otra lo tomara
por el brazo y le acariciara su pecho. Le perturbaba que pudiera llegar a
tratar a otra fémina como la trataba a ella. Estaba tan aferrada a su
sentimiento, a su querer, que cualquier acto que invocara a la pérdida le
provocaba pánico. Las pesadillas recurrentes y los dolores de cabeza
atormentaban su día a día. Se sentía tan
vacía que comenzaba a experimentar un gusto por la muerte. Tenía la percepción de
que animales se arrastraban debajo de su piel, hace mucho que le habían
arrebatado la cordura. Quizás dentro de su subconsciente estaba cansada de
pasar las tardes viendo porno soft, a
veces hardcore, y beber vino barato.
Desde su huida, solo le quedaba una cama vacante con sexo y jazz en el ambiente. No podía seguir con la asquerosa rutina de placeres vendidos al mejor postor.
La desesperación la ahogaba, las
manos le temblaban y la añoranza tocaba la puerta aquel verano: evocaba memorias que se esfumaban con
el humo del último cigarrillo, pero que permanecían tan marcadas como las
huellas de la heroína en la piel. El pasado la pateaba y la dejaba tirada
contra el suelo, voces le susurraban al oído su autodestrucción.
Todavía con vestigios de erythroxylon coca en su sistema
nervioso, decidió subir las escaleras que la separaban de la terraza: cinco
pisos. Colocó su pie derecho descalzo y descuidado sobre el borde de la
cornisa, inclinó su cuerpo un poco hacia adelante y miró fugazmente al abismo
produciendo un fuerte mareo. Los autos iban de un lado a otro en dirección
contraria, tan rápido que no lograba darles sentido. Su largo cabello castaño
ondeaba golpeado por el duro viento. Respiró profundo durante siete segundos al
mismo tiempo que tambaleaba, aproximó su pie izquierdo y de un salto dejó que su alma volara adonde no hay límite
entre el espacio y el tiempo.
miércoles, 26 de febrero de 2014
Descenso al Tártaro
Amor en el infierno con almas hambrientas
Y mentes escurridizas
Belcebú de sonrisas que atraviesan entrañas
Voces que gritan
Y otras que susurran
Sed que se atora,
se retuerce,
se ahoga.
Amagos de ti en la brisa de verano
Insaciable mantra,
Principio de destrucción
y
de muerte
La luna clama p i
e d a d
Y atrapa la seducción
en la noche blanca
Presagio de estragos
Que atraviesan paredes,
Escalofrío emocional
Que llueve en el abdomen,
Y vil roce
Que hierve la sangre
Rumbo a lamer las heridas
De la cólera.
Baila al son de los míseros
Impregnados de infortunio,
persiguiendo
la certidumbre,
devorando la piel del porvenir
Calcina el cristal de la mirada perversa,
tímida,
prófuga.
Y llama al desdichado a seguir siendo infeliz.
domingo, 16 de febrero de 2014
Venezuela, protagonista de ciencia ficción
Ningún medio de comunicación cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en Venezuela se está llegando al extremo en que las noticias no tienen relación alguna con los hechos que ocurren. Las mentiras y la falta de objetividad se presentan al encender la pantalla de la televisión nacional: se narran los hechos según la perspectiva de un partido que le conviene idealizar la realidad.
En 1949, George Orwell presentaba, por medio de la literatura, la situación en la que agoniza actualmente Venezuela. Su libro 1984 plantea una historia de ciencia ficción en la que un Estado colectivista somete a su población bajo un control asfixiante, mantiene entretenida a un grupo hipersocializado de gente -masas o proles- para que no pueda rebelarse y, además, utiliza propaganda alienante que los convierte en “borregos” y no les permite pensar críticamente. En Venezuela se llevan estas letras a la vivacidad, solo que sin firmar un contrato en Hollywood; al parecer, no solo a los mejores actores les gusta ser protagonistas de una novela de ciencia ficción, sino también a los venezolanos.
Orwell escribió sobre el Ministerio del Amor que administraba castigos, la tortura y se encargaba de reeducar a los miembros del Partido para sembrar un amor incondicional al Gran Hermano -jefe de la nación- y sus ideologías; el Ministerio de la Paz que se ocupaba de asuntos relacionados con la guerra, sobre todo que esta se mantenga constante y permanente, “si hay guerra con otros países, el país está en paz consigo mismo”; el Ministerio de la Abundancia que se encargaba del racionamiento y que las personas vivieran al borde de la subsistencia; y el Ministerio de la Verdad que se dedicaba a manipular o destruir los documentos históricos de cualquier índole. Mencionado esto, el venezolano debería preguntarse: ¿es esta la situación que nos azota y vivimos una contradicción sin darnos cuenta? Muchos responderán que sí con la convicción de que se vive en un engaño, otros –un tanto dudoso de subconsciente- dirán con toda firmeza que son necesarias esas políticas para mantener en pie a un régimen que quiere el bienestar del pueblo.
El Gran Hermano es un personaje que reemplaza a todo actor político: es el comandante en jefe, protector y vigilante de la sociedad, el jefe supremo y, con mucho atrevimiento, un dios. Él es el símbolo o materialización –como quieran llamarle- de todos los ideales del partido, partido que vigila sin descanso todas las actividades de la población. El partido establecía como necesario colocar un afiche gigante del Gran Hermano en todos los lugares posibles para hacerlo omnipresente –qué casualidad que el Centro de Caracas, las zonas populares y los edificios de Misión Vivienda están inundados visualmente con eslogan e imágenes de Chávez y Maduro.
Este régimen se basaba principalmente en controlar el pasado, circunstancia que se acerca a la realidad venezolana al recordar la frase de los defensores oficialistas “antes se estaba peor”. Más que una guerra política es una guerra psicológica, solo aquel de mente más fuerte sobrevive.
"El crimental -el crimen de la mente- no implica la muerte, el crimental es la muerte misma", cualquier pensamiento contrario al partido era condenado y se iniciaba un proceso de lavado cerebral en el que se comenzaba como un preso de la Policía del Pensamiento –cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia-. "Constituían un terrible peligro pensar mientras se estaba en un sitio público o al alcance de la telepantalla".
Estos problemas los enfrenta Venezuela, no son solo palabras con buena ortografía y sintaxis escritas en largos párrafos con órdenes lógicos en un libro reconocido a nivel mundial. Es más bien una advertencia al poder de los gobiernos antidemocráticos, dictatoriales y totalitarios. Depende de la sociedad civil –sobre todo la clase obrera o proletariado- despertar y sumarse a la lucha, no dejar que un político o partido trabaje por ellos.
Soy solo una estudiante de Comunicación Social que se pregunta día a día: ¿para qué me preocupo tanto por estudiar si posiblemente cuando me gradúe no consiga trabajo? ¿Vale la pena seguir sobreviviendo de esta manera? ¿Es normal sentir tanta paranoia al salir a la calle? ¿Cuán estúpida cree el gobierno que soy para comerme el cuento de que la solución a la escasez es “comer menos”? ¿Se justifica la falta de insumos médicos, la inflación, las devaluaciones, la inseguridad, la falta de alimentos, la marginalidad… con el “amor a la patria” que nos han dado durante quince años? ¿De verdad ama quién divide en dos a un pueblo? Podría seguir con una infinidad de preguntas a las que difícilmente le encuentre una respuesta políticamente correcta, pero lo cierto es que esta lucha no es ni de izquierda ni de derecha, esta lucha es tuya y mía como venezolano, pero ante todo como humano –porque han intentado deshumanizarnos, me atrevería a decir que similarmente a como lo hizo Hitler con los judíos-, nos convirtieron en un Estado de masas a su disposición para manipular y, para más colmo, polarizado. Es tiempo de que despiertes como individuo y no como una marioneta manipulada por quien no sufre, sino que se encuentra bien cómodo en su habitación con aire acondicionado y custodiado por guardaespaldas. Tu indiferencia, tu falta de compromiso y de ciudadanía es lo que tiene al país hundido.
“Hasta que no tengan consciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes", George Orwell.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)